Es uno de esas típicas noches, donde el cielo es púrpura muy obscuro, quizás un azul marino, o una mezcla extraña de las dos. Esas con relámpagos y truenos, con gotas de lluvia gruesas, pero escasas. Donde ves a personas desde la ventana de tu habitación de segundo piso volviendo de comprar el pan, o lo que sea que hayan salido a hacer, con pantalones cortos y camisetas simples. Lo que es yo, sólo salgo a tomar aire, a alejarme de mi barrio. No sé qué es lo que necesito, pero sea lo que sea, estoy ansioso. El sonido de los truenos me alivia momentánea y ligeramente, mis pasos parecen apresurarse. Mis manos pálidas y delgadas salen de mis bolsillos. He dejado de sentir calor. El frío cala hasta mis huesos, y no sé por qué sea. El viento golpea mi rostro, lleva mi cabello hacia atrás. Son estos los momentos en que no entiendo, ni quiero entender nada. Mis manos deben estar azuladas, pero no me importa. Sigo caminando contra el viento, el agua, el frío... Voy contra todo, y no sé por qué. Mi mano se encuentra con otra mano, pero la sombra del árbol debajo del cual me encuentro cuando esto ocurre, no me deja distinguir la gran cosa. Sólo una figura alta, refugiada bajo un abrigo largo, y una bufanda clara.
"Hola" No, no conozco aquella voz. Quizás sí, pero no la recuerdo. No sé, no puedo estar seguro. "¿Qué haces con este frío, en la calle, y tan desabrigado?"
"¿Quién eres?" Pregunto, sin intención de soltarme todavía.
"Ven, acompáñame" Dice la voz amigable "Ya te diré luego quién soy. Voy al café Cena d'Amore, ¿lo conoces? Ven conmigo".
La lluvia está cayendo más fuerte, y yo me voy de la mano con él. Aún no sé quién es, quizás no lo averigüe tampoco. Tal vez vayamos a un café mediocre, me diga que fue mi profesor de infancia, o que es un amigo de mi hermano. O puede que terminemos en un café agradable, y comience a decir alguna que otra cosa que no me importe demasiado. "Tal vez" son dos palabras peligrosas, en realidad. Pero ya no sé nada. Sólo sé que voy de la mano con él, y sus manos están más congeladas que las mías. Sonrío, porque están más azules también.
Nota: Realmente no sé a qué vino todo esto, sólo sé que realmente habían truenos, y relámpagos cuando empecé a escribirlo, y que la lluvia comenzó a caer más fuerte cuando lo escribí. Puede que haya sido el regalo de San Valentín que merezco por no haber hecho nada en todo el día, más que estar echada escribiendo y leyendo.