No sé como empezar. Tal vez diciendo, que ayer fue la primera vez que me levanté a las cuatro y media de la mañana. O tal vez diciendo, que a la hora iba arriba de un bus con paradero en Isla Negra. No importa, les cuento. Isla negra es un lugarcito bien lindo en Chile, y fuimos ahí a ver la casa-museo de Pablo Neruda. Llegamos, y era bastante hermoso. Nos quedamos afuera un rato, hasta que entramos en grupos de a nueve a la casa.
Nuestro Mí guía era un hombre agradable de ojos castaños, y voz que hace que cualquier cosa sea interesante, llamado Felipe. La primera habitación era increíble. Fría de ambientación, con mascarones de proa tallados en madera, rostros que parecían sacados de esculturas romanas, unos cosos, cuyos nombre ahora mismo no recuerdo, transparentes y coloridos, que a simple vista parecían ceniceros, pero como nos dijeron, eran para poner en las patas de los pianos
, a pesar de que Pablo Neruda no tenía uno. Daba la sensación de que el poeta estaba sentado en uno de los hermosos sillones, observándonos con una sonrisa divertida y preguntándose qué estaríamos pensando en aquel mismísimo momento, y qué sensaciones tendríamos. Su habitación era realmente espléndida. Tenía un ropero, sobre el cual estaban las letras "P Y M", de... Pablo y Matilde, claro. También había un catalejo en su velador. El estudio era emocionante, y contuve a duras penas las lágrimas de la emoción. Tenía colecciones de insectos, máscaras en un estrecho pasillo de madera, un escritorio que literalmente, había llegado del mar, un globo terráqueo del porte de un sofá individual... En fin, era una casa tan magnífica como fría. Sinceramente, yo no podría vivir en un lugar tan grande, y tan solo. El guía muchas veces decían "observen...", mientras estaba dado vuelta hacia la pared, con cara de estar mirando un reloj, a pesar de no estarlo haciendo, verdaderamente. ¡Ah! Había una figura pascuense, cuyo nombre se me ha olvidado, pero la cosa es que estaba tallado en madera, medía un metro setenta, y creo que representaba a la muerte. Todos lo miramos, y las que iban primeras se asustaron al principio (imagínense entrar a una habitación y ver una figura esquelética con cara malvada un poco más alta que tú), y dijeron "¡Ay! Que miedo". Después nos dijeron que, según las creencias, si uno mira a la figura a los ojos, uno queda maldito. Todos dijimos "¡Ay, no!". Pero entonces, mí guía nos dijo que le habían sacado uno "Por si acaso, nunca se sabe".
Luego, fuimos a almorzar. Pasamos a Valparaíso, y de ahí nos dirigimos a J Cruz a comer. Sí, publicidad gratis. Estaba al fondo de una especie de callejón, con muchos grafitis. El lugar estaba completamente rayado, sin exagerar. Parece que todas las personas que van, pegan una foto suya tamaño carnet (aproximadamente, hay otros que no, y no pasa nada. No es como si la figura pascuense te lo venga a reclamar), y otras personas aburridas junto a las paredes en las que las fotos estén pegadas, las rayan. Como en todas partes de Chile. Las mesas también estaban rayadas, y las paredes de los baños, y los servilleteros. Había un perro con una vitrola. También un cuadro de Eduardo Frei Montalva. Un señor bastante simpático empezó a guitar la tocarra (?) y a cantar, y con mi curso le hicimos el coro y todo, así que quedamos bastante felices. Después pasamos al congreso
, rodamos en mármol, y también en el Senado.
Más tarde fuimos a Reñaca... Fue como una despedida del paseo, y fue triste bien al final. Pero hubo un lindo atardecer. ¡Y casi vomito al ir a Isla Negra! Es que hacía demasiado calor.
En fin, creo que es eso, en resumidas cuentas.
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